viernes, 15 de enero de 2010

Célestin Freinet


Célestin Freinet nace en la aldea de Gars, Alpes Marítimos del sur de Francia, el 15 de octubre de 1896 en una familia de campesinos que trabajaban de tejedores. Su madre no sabía leer pero mostraba una auténtica pasión porque su hijo recibiese una buena educación, gracias a ese interés cursa la carrera de Magisterio.


Entre finales del siglo XIX e inicios del XX Francia se encuentra en un régimen republicano,eran tiempos del desarrollo de la clase obrera, de la industrialización y de la urbanización. La enseñanza secundaria y superior habían sido estructuradas bajo Napoleón I, quien deja en manos de la Iglesia la enseñanza primaria. La gratuidad de enseñanza se proclama desde 1848, pero no es plenamente establecida, sino hasta 1881 cuando la enseñanza primaria se presenta como obligatoria.


Impulsor de la renovación pedagógica dentro del marco del movimiento llamado Escuela Moderna, bajo el punto de vista del materialismo dialéctico, Freinet reafirma su rechazo a una pedagogía reaccionaria y socialmente retrógrada. Proponiendo así una escuela para el pueblo, para la clase trabajadora, con intereses populares, con una democracia interna y una cultura democrática y participativa, sin imposiciones externas, sin domesticación de la escuela capitalista, sin notas de obediencia. Su pedagogía tienen como objetivo principal que los niños aprendan haciendo y hagan pensando.


Todos nosotros conocemos las normas del trabajo escolástico, hemos estado sometidos a ellas durante toda nuestra juventud y todavía hay muchos maestros que se adaptan a ellas escrupulosamente. Están dominadas por el proceso: lección del maestro -de acuerdo con el manual escolar que da las explicaciones necesarias-, resúmenes a memorizar, ejercicios a hacer. Podemos decir incluso que actualmente el manual escolar es el verdadero maestro, y el educador no es más que el monitor o el servidor.


Freinet llama a la toma de conciencia de la realidad de los manuales escolares y de las lecciones magistrales de enseñanza colectiva. Aquella que lleva al maestro a frenar a los alumnos que podrían ir demasiado deprisa, esperar a los atrasados y regirse, en definitiva, por una media que no favorezca más que a una pequeña fracción del conjunto de los alumnos.


Por el contrario, con el trabajo individualizado, cada uno va a su paso, a su ritmo, entonces, el rendimiento es el del ciento por ciento; por otra parte, este tipo de trabajo no se satisface por sí mismo, debe inscribirse en un conjunto lógico y coherente creado por los participantes. Pues el mismo Freinet remarca que lo que propone no es un método, para dejar bien clara que no se trata de una construcción teórica e ideal, sino técnicas de trabajo que parten de la base, de la experiencia en el medio, de las necesidades esenciales en la búsqueda elemental de una cultura ligada al ser.


Nosotros mismos tenemos que sumergirnos primero en el medio, para hacer florecer mediante las técnicas que se adapten, el aprendizaje conjunto. Así pues, no se trata solamente de dar consejos teóricos, sino de entrar en lo vivo de la práctica. Esto lleva a entender la pedagogía como un todo, es decir, realizar una unidad fundamental en la que la práctica y la teoría se interpretan permanentemente para enriquecerse una a la otra.


Tanto nosotros como Freinet pretendemos que la escuela sea viva, plausible con el medio y la vida del pueblo, con sus problemas y realidades.

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